Al modo que lo harían los palacetes victorianos, para llegar a esta vivienda, es necesario aceptar la invitación de pasear a través de taludes ajardinados, senderos geométricos de láminas de hormigón sobre suelos plagados de blancos y grises. La vivienda se erige orgullosa ante el visitante y se relaciona con piscina y pérgolas, manteniendo una fisonomía suave y discreta.