CENTRO DE RECEPCIÓN DE VISITANTES DE TORREPAREDONES
La memoria del proyecto describía la intervención de la siguiente manera:
“El lugar conocido como Torreparedones está ubicado en plena campiña cordobesa, entre los ríos Guadalquivir al norte y el Guadajoz al sur, aunque más próximo a este último y justo en el límite septentrional de los términos municipales de Castro del Río y Baena. Al enclave se puede acceder por la A-3125 de Baena a Cañete de las Torres, donde parte un camino, una antigua vía pecuaria denominada «camino de Castro del Río a Porcuna» desde la que parte, a su vez, otro camino en dirección norte que conduce directamente al yacimiento.
La parcela donde se sitúa el Centro de Recepción de Visitantes cuenta con una superficie de 20.000 m2, con dimensiones de 200 m x 100 m, desarrollada en paralelo al camino de acceso al complejo arqueológico. Los terrenos que nos encontramos son suelos arcillosos, profundos y feraces, conocidos como bujeos o tierras negras andaluzas.”
Emplazamiento de la intervención, lugar de una necrópolis íbero-romana
DEL CONTEXTO HISTÓRICO
La situación topográfica de Torreparedones, sobre una de las cotas más elevadas de la zona, es ciertamente estratégica, pues sus 579.60 m.s.n.m. de cota lo convierten en el “techo de la Campiña”, motivo por el cual estuvo ocupado por el hombre desde los tiempos más remotos. Así, al menos durante 3.500 años (desde la Edad del Cobre hasta la Baja Edad Media), diversos pueblos y culturas dejaron su huella a través de los más variados restos materiales: cerámica, vidrio, piedra, metal, etc. En las épocas ibérica y romana Torreparedones alcanzó su máximo esplendor; ya desde el siglo VI a.C. se rodeó de una potente muralla, reforzada con torres, que rodea un espacio de 10 Ha.
La importancia del yacimiento de Torreparedones
Como elementos visibles hoy día en el yacimiento podemos citar la propia muralla ibérica que rodea el asentamiento, levantada hacia el año 600 a.C. y reforzada a intervalos regulares con torres que se proyectan hacia el exterior; la puerta oriental, uno de los accesos con que contó la ciudad, flanqueada por dos imponentes torres que servían para su defensa, el santuario iberorromano situado extramuros, en el extremo sur, y el castillo medieval de época cristiana, que ocupa el punto más elevado.
DE LA ORGANIZACIÓN GENERAL DEL EDIFICIO
Asimismo, ante las determinaciones del PLAN DIRECTOR donde se contempla la necesidad de concretar la ejecución de un centro de recepción y descanso de visitantes en el conjunto arqueológico de Torreparedones, el edificio debe responder a los condicionantes adicionales antes indicados, más allá del programa funcional del mismo.
Como ya se ha comentado, este yacimiento arqueológico cuenta con vestigios íberos y romanos. Las excavaciones más recientes han aflorado elementos tan significativos como el foro de la población romana (de dimensiones 22 m x 24 m), un espacio de unas dimensiones medias, aunque con un atractivo manifiesto por ser el elemento vertebrador de la vida en la ciudad, donde se desarrollaban la política, el comercio, la religión, etc.
Nuestro edificio girará alrededor a esta concepción: la expansión de la actividad alrededor de un espacio central, de dimensiones proporcionales al foro cercano (11 m x 12 m), con tratamientos de superficies con elementos pétreos, de dimensiones generosas, que respondan al tipo constructivo de la época en estos lugares de tan importante relevancia en la ciudad romana.
El que toda la actividad ronde un espacio no era algo exclusivo de la ciudad romana, también se articulaban del mismo modo sus viviendas, de donde también se ha intentado extraer diversos puntos que, hoy día, son aplicables a nuestros modelos de habitar. No hay duda al decir que la vida en la vivienda romana se desarrollaba, nuevamente, alrededor de un espacio exento y central, cercano al acceso y denominado atrio (atrium). Este vacío se cubría parcialmente de modo que las aguas pluviales fueran recogidas en un pequeño estanque o impluvium. Las estancias principales se ubicaban al fondo del atrium y se destinaban a los dueños de la vivienda, mientras que otros recintos se adosaban a éste último. La domus romana continuaba su desarrollo longitudinal, donde nos interesa mencionar el peristilo trasero o patio porticado con una piscina central y la denominada exedra, lugar donde se daba un ambiente abierto destinado a servir de lugar de encuentro y conversación filosófica.